FIESTA DE SAN MIGUEL ARCÁNGEL.


 

Por Rafael Rojas Colorado.

En la calle Ignacio Manuel Altamirano, mejor conocida como Paso Ancho, se ubica la capilla de san Miguel Arcángel. El mensajero de Dios adopta la forma corpórea de un alado guerrero, así se le ve con la espada en la mano, siempre dispuesto a defender de los malos espíritus a esta comunidad religiosa. Los feligreses, por medio de la fe, la devoción y el amor a Dios, le expresan gratitud al santo patrono del barrio. El día 29 de septiembre lo enaltecen con una fiesta en su honor.

 En el mes de septiembre del año 1960, el sacerdote Juan Martín del Campo y el Presbítero Pedro Leal, colocaron la primera piedra sobre la que se erigiría la mencionada capilla, estando presente la señora Elvira Hernández Piedra y su familia quienes donaron el predio para esta noble causa. En esa ocasión, después de la significativa ceremonia, solamente se repartieron tamales, antojitos, café y agua de sabor entre los vecinos que atestiguaron el sustancial hecho, no faltó quien lanzara un cuete al aire para darle mayor realce al acontecimiento. Esa fue la cuna del primer festejo dedicado a san Miguel Arcángel en el barrio de Altamirano.

En aquellos años de los sesenta, cuando el halo provinciano estaba más acentuado, la fiesta se vivenciaba dentro de un folclor pueblerino en el que predominaba la venta de antojitos, la lotería, la tómbola, el barril, la cárcel, el tradicional palo encebado que parecía un sueño inalcanzable, carreras de encostalados, torneo de cintas entre otras sorpresas y, por supuesto los estands que estaban diseñados de tarro o carrizos. A lo largo de las calles que circundaban la capilla se adornaban con matas de plátano, tendidos con papel picado de colores, el frente de las casas se vestía con diseños de papel china y alguna imagen religiosa, pero, sobre todo, predominaba el colorido de la gente que se atiborraba en la calle disfrutando de la kermés, otras personas invitando a sus amistades al comer a sus casas, todo era romería. Desde temprana hora era visitada la humilde capillita, venía gente de todas las direcciones del pueblo, se veía un peregrinar durante el trascurso del día hasta el anochecer, llevaban veladoras, flores o una oración al patrono del barrio. El humilde recinto sagrado lo adornaban con veladoras y flores silvestres.

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