CINEFILO: El Milagro

EL MILAGRO
retrato mínimo de un pueblo, un matrimonio y el cuestionamiento de la salvación. 

Por Luis Franco. 
Fotograma tomado de: https://sic.gob.mx/ficha.php?table=produccion_cine&table_id=474

Hasta hace unas pocas décadas atrás Xico conservaba, con cierta integridad, un aspecto anclado en el tiempo: calles empedradas, casas coloniales de techos de teja de arcilla y una vida tranquila y apacible. Su economía, entre varias ocupaciones, se basaba principalmente en el cultivo de café y la ganadería. En la década de los 80 el entorno del pueblo, los cafetales, montes, ríos y cascadas atrajeron el interés de grandes producciones cinematográficas estadounidenses que vieron en estos paisajes, el escenario perfecto para sus películas ambientadas en las selvas sudamericanas. A partir de estas producciones extranjeras, en los años siguientes proyectos cinematográficos nacionales pusieron sus ojos, no en el entorno natural, sino en el pueblo mismo y usaron sus calles, casas, iglesias y su gente como escenario perfecto para contar sus historias.

Una de estas producciones fílmicas nacionales es un cortometraje muy curioso de poco más de diez minutos llamado El Milagro, dirigida por Ernesto Contreras en el año 2000. La obra relata un suceso peculiar que ocurre en un pequeño pueblo anónimo. Una invitación llega a todos los habitantes, el escrito, apelando a la fe y buena voluntad de estos, los invita a que determinado día y hora asistan al Cerro Azul donde se llevará a cabo un milagro. El argumento, esa invitación a presenciar este acontecimiento hasta cierto punto surreal, es casi incuestionable. Un milagro como concepto tiene de primera mano un significado religioso y las cosas religiosas, como la fe misma, son un asunto que debe aceptarse sin discusiones. Por esta razón la protagonista, Margarita, se prepara para ir y presenciar el maravilloso suceso, toma su mantilla y alista una canasta con comida para asistir a la cima del cerro. Alfonso, esposo de Margarita, llega de trabajar y se sienta cómodamente a descansar; ella le pregunta si no va a alistarse para ir a ver el milagro. Él, en cierta medida racional, le dice que no irá y que Margarita tampoco, que no se sabe quién haya mandado las invitaciones, en fin, que es una mala idea asistir. Podemos ver en esta escena la representación de una clásica familia de pueblo, marcada por un machismo rural, una autoritaria figura del jefe de familia que establece una prohibición aún más incuestionable que los dogmas de la fe. Margarita desilusionada porque no podrá asistir pero abnegada le da la canasta con los víveres que ha preparado a una amiga que pasa a verla, quien le aconseja desobedecer al marido y que se vaya sola; pero la protagonista siguiendo las órdenes de su esposo se queda en casa.

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