El germen de un nacionalista.

Maestro Teodoro Cano. 2018.



Un primaveral día 29 de mayo de 1932, el matrimonio Cano García vio nacer a Teodoro en la casa familiar ubicada en el barrio del Zapote de la entonces denominada Papantla de Hidalgo. Los días de infancia, soleados y calurosos, se tornaron sombríos cuando su madre, María Luisa García, falleció (Calderón P., 2018). Sin embargo, su padre Luciano Cano, que se desempeñaba como profesor de dibujo en una escuela local, tomó el encargó de cuidar al pequeño en todos los aspectos y fue por medio de su tutela que Teodoro desarrolló su infancia, abrevando también las primeras nociones sobre la gráfica (Salas García, 1989). En el domicilio donde Teodoro vivió esos primeros años, fue colocada en 2008, una placa que rememora esa etapa de su vida.

   En 1945, la fortuna le sonrió: por mediación de José de Jesús Núñez y Domínguez, Teodoro conoció a Ernesto García Cabral y a Diego Rivera quienes visitaban la ciudad de Papantla. Los intelectuales reconocieron las aptitudes del joven y con el objeto de estimular su crecimiento, extendieron diversos apoyos para encaminar su senda profesional a través del arte (Salas García, 1989). Particularmente, Rivera invitó al joven a la Ciudad de México para laborar como su asistente; la acción se concretó en 1947 pero imposibilitado para dedicarle tiempo, Rivera optó por motivarle a realizar estudios universitarios (Peredo, 2019). Bajo esa intención, Teodoro se trasladó a Xalapa en ese mismo año buscando el apoyo del gobernador de la entidad: Adolfo Ruiz Cortines lo recibió y, al tener conocimiento de las recomendaciones que Rivera y Núñez y Domínguez habían facilitado al papanteco, extendió una beca para que emprendiera una carrera en la Escuela Nacional de Artes Plásticas de San Carlos (Díaz, 2019). De esta manera, Teodoro cursó la educación superior en uno de los más importantes planteles artísticos de la nación.

   Por aquel entonces, la Universidad Nacional Autónoma de México vivía una transformación cuyo inciso más resaltante es quizá la construcción de Ciudad Universitaria. En este proyecto modernizador, el sector artístico fue convocado para erigir con su apoyo un verdadero templo dedicado al conocimiento siendo los maestros de la plástica quienes dotarían de color y texturas a las moles de concreto. Como alumno, Teodoro Cano fue hecho participe de la manufactura de diversas obras, entre la que destaca el mural La Universidad, la familia y el deporte en México  ubicado en el talud del Estadio Universitario (Salas García, 1989). Fue en ese sitio donde el papanteco tuvo su primer contacto con el muralismo y con la enorme carga simbólica que representaba. El intenso astro que irradió su energía en aquellos páramos rocosos nutrió la disciplina de Teodoro a tal grado que, al concluir sus estudios, recibió del ejecutivo federal dos distinciones por su aprovechamiento académico.

El texto forma parte del segundo número de la revista del Círculo la cual puede leer de manera íntegra en  https://bit.ly/2KDLU59



Papantla de Hidalgo, hoy Papantla de Olarte. Ca. 1930. INAH.