Fiestas patrias del porfiriato

 


Por Soledad García Morales

El porfiriato dedicó gran parte de sus esfuerzos a reafirmar los valores cívicos en la población, de esta manera se promovió el espíritu nacionalista, el culto a los héroes y el respeto a los símbolos patrios. Entre las conmemoraciones del calendario nacional, las relacionadas al 15 y 16 de septiembre se celebraban con especial fastuosidad, pues además de recordarse la independencia, también se festejaba el natalicio del presidente Díaz.



Irene Zaldo, representante de la agricultura. 
1905.Fondo Soledad García Morales.
En Coatepec, el culmen de las fiestas patrias tenía lugar la noche del 15 de septiembre, cuando el jefe político, desde el balcón central del hoy denominado palacio municipal, pronunciaba el grito de Dolores. Los pobladores se congregaban en el jardín público para vitorear a los próceres nacionales y disfrutar de las serenatas, juegos y kermeses que se incluían en el programa. La mañana del día 16, tenía lugar el desfile cívico por las principales calles de la ciudad. La marcha incluía a los alumnos debidamente uniformados, acompañados de sus maestros, a los empleados públicos y los carros alegóricos que transportaban a la reina y princesas de las fiestas. Los carros alegóricos eran, por lo general, carretas tiradas por bueyes conducidas por elegantes cocheros, y estaban cuidadosamente decorados con palmas, hojas, flores y frutas que hacían referencia a la abundante producción agrícola de la zona. El pintor y escritor Enrique Gregorio Zoza narró que en las festividades de 1905 se presentó un carro alusivo a la agricultura, donde las reinas Irene Zaldo y Enedina Bracho, llevaron ambos trajes adornados con múltiples espigas de trigo y una hoz en la mano, que simbolizaba la cosecha. La confección de los vestidos y del carruaje corrió a cargo de Francisco Reyes, quien también se ocupaba de vestir las esculturas religiosas en la parroquia.



Acontecimiento singular fue el centenario de la independencia: fiesta de lo más vistosa que atrajo a gran número de visitantes. La estatua de Miguel Hidalgo mandada a tallar en mármol de Carrara y adquirida con fondos donados por la comunidad, fue objeto de recibimiento especial. Horas antes de que la escultural llegara, la población se congregó en la estación ferroviaria para recibirla. La efigie, previamente engalanada y acompañada por gran número de personas, recorrió las principales calles de la ciudad, escoltada por los alumnos de las escuelas primarias, hasta desembocar frente al palacio municipal en donde fue objeto de honores. Durante el desfile hubo una alegoría del libertador a cargo del alumno de la escuela cantonal Martín Bonilla, quien logró tanta aceptación que desde entonces se le conoció con el sobrenombre de "Hidalgo". La escultura no pudo ser colocada en el parque principal de la ciudad por no contar con un pedestal; debió esperar varios años en el atrio del templo parroquial hasta que el gremio de albañiles lo construyera en el jardín público, el cual fue renombrado “Miguel Hidalgo y Costilla”.

Martín Bonilla encarnó al libertador. Fotóg. J. M. Tapia, 1910. Fondo Soledad García Morales.


El profesor José Silvano Conde, orador oficial de las fiestas de 1910, preside el discurso ante la multitud. Entre el grupo de niños figura Francisca García Batlle, quien al correr de los se convirtió en destacada poeta de CoatepecFotóg. J. M. Tapia, 1910. Fondo Soledad García Morales.



Con el paso de los años, la fastuosidad de las fiestas nacionales se ha transformado, aunque en esencia, continúan reafirmando nuestra identidad, trayendo a nuestra memoria el sacrificio que muchos hombres y mujeres han hecho para darnos patria y libertad.

 

Para leer más: Soledad García Morales, “Coatepec”, en Veracruz: imágenes de su historia, Xalapa, 1989, Gobierno de Veracruz.