San Jerónimo y los arcos 2022




Por Jorge Vela


San Jerónimo fue un erudito que nació durante el siglo IV, en  el antiguo Imperio Romano, cuya labor más reconocida es la “edición para el pueblo” de la Biblia. La palabra es  fundamental en la cosmovisión cristiana, por lo que ante su enorme aportación, se le reconoce como santo, doctor de la iglesia y patrono de los traductores. Se piensa que, como advocación, San Jerónimo viajó con los conquistadores españoles en el siglo XVI, específicamente con Miguel de Zaragoza, primer encomendero de Coatepec. A partir de su llegada y la implantación de la nueva fe, el sincretismo forjó la celebración como hoy la conocemos. 



Las fiestas patronales de San Jerónimo son la tradición más representativa de Coatepec. Cada año, en diversos barrios de la ciudad, se elaboran estructuras de tamaño monumental denominadas arcos, los cuales utilizan como materiales troncos, carrizos, hojas y flores. La actividad es colaborativa, comenzando el 1° de septiembre con la reunión de los mayordomos y las autoridades eclesiásticas. Hacia la quincena, se instalan carpas y lonas para montar las estructuras que soportarán el tejido. 

Grafico e investigación: Jorge Vela, 2022.


El culmen de la fiesta patronal comienza el 28 de septiembre. Durante la noche se realiza “la velación”, un evento que convoca en torno a los arcos, a artesanos, autoridades religiosas, amigos y familiares, con el propósito de agradecer el buen término de la manufactura. La convivencia se prolonga hasta la madrugada con música y bailes populares: para llevarla a cabo, se restringe el acceso vehicular a los diversos puntos de la parte alta de la ciudad. En la edición 2022, hubo fandango en la 3a de Arteaga; música banda en la 4a de Arteaga y 2a de Quintana Roo, así como disco en la 3a y 4a de Hernández, Tlanalapa y Javier Mina. 





Tras la velada, muy temprano el 29 de septiembre, vecinos e integrantes de las asociaciones religiosas comienzan la elaboración de la alfombra. Las diversas formas del aserrín multicolor se extienden desde el templo de San Jerónimo hasta la parte alta de la ciudad. En primer lugar, se decora el atrio parroquial y, posteriormente, las calles de Mateo Rebolledo, Luis de San José y Areága. La alfombra es una tradición que se adquirió hace pocos años, dando mayor lucimiento a las fiestas. Su caleidoscópica textura parece unir el centro de la ciudad con la montaña. 






Por la tarde, aproximadamente a las 3pm, los cohetes reverberan en las alturas. Es señal para que los arqueros se congreguen en el barrio de Los carriles.Con la bendición del clero, comienza “la bajada”. San Jerónimo preside la procesión y se diluye la alfombra a su paso. Cueteros, músicos y danzantes se presentan a la escena y, tras ellos, cientos de cargadores llevan en sus hombros los arcos monumentales. Hay arcos de diferentes magnitudes: los infantiles son los más pequeños pero, no por ello carecen de animosidad y significado. Todos surcarán las calles de Los Carriles, Quintana Roo, Arteaga y Luis de San José, con dirección a la parroquia de San Jerónimo. Desde este punto se dirigirán a sus respectivos templos.

 

Y Coatepec se revoluciona a la voz de sus arqueros. Agua piden y agua se les concede, ya sea desde los cielos o desde las azoteas. El mayordomo dirige los vítores, agradece al barrio, a la intersección divina y a los antiguos gestores. El barrio lanza porras al mayordomo. Los arcos se mecen y se rotan. Se levanta para presentar sus respetos a Dolores, Fátima, a San Jerónimo. En cada templo, el ministro recibe la manufactura con enorme alegría. Unge con agua bendita el arco, a su principal promotor y a sus compañeros. El júbilo se hace presente. El arco hace sus últimas maniobras. Se inclina para poder colocarse en el acceso del templo. Parte del equipo está en la azotea: lanza cuerdas para tirar de la robusta ofrenda. A nivel de piso, los cargadores son apoyados por garrocheros. El cuetero solo espera la señal para lanzar la pirotecnia. Con la explosión de la pólvora se habrá dado por terminada la colocación. 


La manufactura, como efímera fachada, se mantendrá por quince días en los templos. Posteriormente se retirará y los grandes troncos serán guardados para la próxima edición.