Rufina Ochoa: "escultora de la inteligencia"






Durante muchos años la familia Ochoa vivió en una de las calles que circundan el parque Miguel Hidalgo en Coatepec, concretamente en la denominada Lerdo. Sabemos que Rufina Ochoa no fue oriunda de Coatepec pues nació en 1881 en la heroica Tlapacoyan,  año en el cual  se le concedió a esa población el título de villa, por su destacada participación en la defensa del territorio nacional contra las fuerzas invasoras francesas y austriacas.

Sus padres fueron Juan Ochoa y María Gracia Lobato.
   
La joven Rufina siguiendo los pasos profesionales de otras mujeres, interesadas en destacar en otros roles que no se circunscribieran únicamente a la tradición del cuidado de la familia y del hogar, optó por cursar estudios en la Escuela Normal Veracruzana, creada por decreto del 24 de agosto de 1886 e inaugurada en diciembre de ese mismo año por el gobernador Juan Enríquez. En dicha institución se matriculó en 1889 y allí después de realizar los estudios correspondientes se graduó primero,  como como profesora de instrucción primaria elemental y  después de Enseñanza Superior. Para obtener este último título presentó el 9 de abril de 1904, el ensayo: “La educación de la mujer”, en el que hizo un recuento del papel de la mujer  desde la antigüedad hasta el comienzo del siglo XX.  Señaló como en épocas pretéritas, la mujer  había sido tratada como objeto carente de valor, el poco aprecio que tuvo su educación durante los siglos XV y XVI, los lentos avances y cómo para el siglo XX se comenzaba a vislumbrar un cambio y apertura para su formación.

Felizmente ha principiado el siglo XX y con él se han abierto a la mujer las puertas de la instrucción. Hoy no es ya considerada como la esclava de su señor y amo, de quien tenía el derecho de vida o muerte.[1]

            Añadía que, a las mujeres correspondía la tarea más ardua y laboriosa: educar a los hijos. Por lo tanto, era imprescindible que fueran instruidas. En su papel de formadora de educandos, opinaba sobre  materias en las que debía ponerse énfasis: economía doméstica, moral, higiene, ejercicios físicos, labores manuales, todo lo cual repercutiría en la mejor administración del hogar, en la adquisición de buena salud y en principios morales. 

La profesora Ochoa al igual que otras de sus compañeras normalistas consideraba que, en los momentos en que egresaban como profesionales del magisterio, se presentaban las condiciones para transformar la enseñanza. Se asumían como predicadoras y responsables de un cambio en beneficio de la niñez,  pues eran “las escultoras de la inteligencia”.

           
         Durante cincuenta años, la maestra Rufina Ochoa formó a varias generaciones de niñas,  a las que debió inculcar los nuevos principios metodológicos, aprendidos en las aulas de la Escuela Normal Veracruzana. Gran parte de su labor la ejerció en la Escuela de Niñas Miguel Hidalgo de Coatepec, y sus alumnas además de recrearse con los paseos y excursiones, ponían en práctica uno de los pilares del conocimiento: la observación de la naturaleza. Muchas la recordaran como una gran maestra que, mostró amor y predilección por esta tierra y sus habitantes.
           




[1] Archivo Escuela Normal Veracruzana, marzo de 1904